En los últimos 20 años, se ha observado un aumento
significativo en el número de mujeres extranjeras que participan en el mercado
laboral español, particularmente aquellas con permiso de trabajo. Según los
datos disponibles, en 2022 había un total de 2.384.998 trabajadores/as
extranjeros/as afiliados/as a la Seguridad Social, de los cuales el 43,89% eran
mujeres. Esta cifra representa un crecimiento notable en comparación con 2001,
cuando solo el 34,33% de los trabajadores extranjeros eran mujeres. Este incremento
de casi 10 puntos porcentuales resalta un avance importante en la incorporación
de mujeres extranjeras al mercado laboral español. Sin embargo, este
crecimiento no ha sido homogéneo en cuanto a las diferentes regiones de
procedencia, lo cual refleja las desigualdades estructurales en función de la
nacionalidad.
En particular, cuando se examina el porcentaje de mujeres
extranjeras que provienen de África, los datos muestran una disparidad
preocupante. En 2022, solo el 24,28% de los trabajadores africanos afiliados a
la Seguridad Social eran mujeres. Este porcentaje es significativamente
inferior al de otras regiones, como América, donde las mujeres representan el
52,64% de los trabajadores extranjeros, o Europa, donde alcanzan el 47,51%.
Esta baja proporción de mujeres africanas en el mercado laboral puede ser interpretada
como un reflejo de las barreras que estas mujeres enfrentan, tanto en sus
países de origen como en el destino. mas allá de que los datos sean de 2022, a día de hoy por razón de mi trabajo en la Seguridad Social es algo fácil de constatar de forma empírica, esta situación sigue produciéndose.
El sistema sexo-género es clave para entender estas
desigualdades. Tal como se abordó en el curso de igualdad de género, el género
no solo es una construcción social que asigna roles y expectativas
diferenciadas a hombres y mujeres, sino que también está influenciado por otros
factores como la raza, el origen étnico y la clase social. Las mujeres
africanas, por lo tanto, no solo enfrentan las barreras tradicionales que
impone el género, sino también aquellas relacionadas con su nacionalidad y las
condiciones socioeconómicas de los países de donde provienen. En muchos casos,
las mujeres africanas migrantes suelen tener menos oportunidades educativas y
laborales en sus países de origen, lo que repercute en su capacidad para
acceder al mercado laboral formal en España.
Asimismo, los estereotipos y los roles de género asignados a
las mujeres africanas también pueden jugar un papel en esta baja participación.
En muchos contextos, las mujeres africanas son vistas únicamente como
cuidadoras o encargadas del hogar, lo que limita su inserción en otros sectores
productivos. A esto se suma la carga de las responsabilidades familiares, ya
que muchas de estas mujeres migran solas y deben mantener a sus familias a
distancia.
En resumen, si bien el porcentaje de mujeres extranjeras en
el mercado laboral ha aumentado, es necesario visibilizar las dificultades
adicionales que enfrentan las mujeres africanas. Solo entendiendo estas
barreras desde una perspectiva de género interseccional, podremos diseñar
políticas que realmente promuevan la igualdad de oportunidades para todas las
mujeres, independientemente de su origen.
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